Cuando se acostó aquella noche, él
estaba tremendamente cansado, tan cansado que ni siquiera se acordó de dejar
sobre la mesita de noche, como hacía siempre, el reloj y el anillo de oro.
Apagó la luz, y sin darse apenas cuenta, el sueño le invadió con un sopor
profundo.
Casi nunca soñaba, pero aquella
noche, enseguida las imágenes de un pasado remoto le vinieron a la mente, como
si se tratara de las escenas de una película antigua y olvidada, en la que el
color se iba poco a poco difuminando en su cerebro. Se vio a sí mismo vestido a
la manera de los guerreros orientales, montando sobre un alazán negro y
sujetando con su mano derecha una espada curva. Se vio a sí mismo dando
mandobles con su cimitarra sobre otros caballeros que vestían mantos blancos
sobre armaduras de hierro, mantos que estaban adornados con una cruz roja en el
lado izquierdo. Se vio a sí mismo, en fin, cubierto de sangre, una sangre
espesa, encarnada, que ni siquiera sabía si se trataba de su propia sangre,
único sobreviviente de una batalla que había sucedido hacía mucho tiempo en una
región lejana y desconocida.
Se despertó bañado en su sudor
extraño. Cuando salió de la ducha se fijó en el anillo de oro que cubría su
dedo anular, y sintió como una corriente eléctrica le recorría todo su cuerpo.
Lo había comprado en una subasta de antigüedades en internet; en el anuncio se
decía que se trataba de una joya de origen persa, aunque él no había llegado a
creérselo del todo. Lo había comprado sólo por su extraña belleza, por aquellos
signos hermosos que estaban marcados en relieve a lo largo de toda su
superficie.
Ahora, sin embargo, pensaba que
podría ser verdad el texto de aquel anuncio. ¿Y si había sido el anillo el
culpable del sueño que por la noche había tenido? Era como si todavía la joya
estuviera cargada con la energía de su antiguo propietario, y esa energía se
hiciera presente aún en las pesadillas de la persona que en la actualidad lo
portaba. Sintió miedo, y decidió que nunca más se lo dejaría en el dedo mientras
tuviera que enfrentarse a las olas misteriosas del sueño.
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