Faltaban todavía quince minutos para que diera
comienzo la final de copa, y el campo en el que iba a celebrarse aquel partido
de fútbol, tan esperado por los aficionados y sobre todo por la prensa, estaba
ya abarrotado de público. La expectación que había generado aquel
enfrentamiento deportivo, que en realidad era mucho más que eso, un simple
enfrentamiento entre dos equipos de fútbol rivales en la cancha, había hecho
que, ya desde muchos días antes, la información generada por la prensa y por
los otros medios de comunicación, hubiera logrado alcanzar cotas antes nunca
vistas en un acontecimiento de esas características. El partido lo iban a
disputar, por primera vez en muchos años, los dos equipos más importantes del
país, aquellos que contaban con más títulos en sus vitrinas, pero el sistema de
clasificación que aquel campeonato contemplaba no garantizaba que siempre
tuvieran que llegar a la final los dos clubs más fuertes del torneo. Sin
embargo, aquel año sí lo habían conseguido, y por ello la expectación entre los
aficionados que habían conseguido adquirir una entrada para el partido era
mayor, bastante mayor, que otros años.
Por ello, no quedaba ningún asiento
vacío en todo el graderío ya desde algunos minutos antes de que se iniciara el
partido. Si alguien pudiera observar aquel campo de fútbol desde la cabina de
un helicóptero, o tal y como era capaz de verlo cualquier animal alado, lo
encontraría hermoso, increíblemente hermoso, aunque no le gustara ese deporte.
También lo podría encontrar hermoso, aunque no le gustara el fútbol demasiado,
aquél que por algún azar de la vida hubiera conseguido estar entre los elegidos
que podrían disfrutar en directo del espectáculo, porque desde las gradas se
extendía hacia la hierba un alegre abanico de colores, remedo de los colores
que eran dominantes en las camisetas de los dos equipos enfrentados. A un lado
del campo, los colores blanco y azul que vestía el equipo de casa; al otro, los
colores verde y rojo del equipo visitante, que si en cualquier otro partido
diferente hubieran estado en minoría, en éste, porque era la final, aquella
minoría no se notaba de forma tan manifiesta como en otras ocasiones. Y en
medio de la grada, los colores indeterminados, indiferentes, de aquellos
aficionados que sin ser de ninguno de los dos equipos contendientes, tampoco
habían querido perderse el espectáculo.
Cuando los futbolistas saltaron al
terreno de juego, cinco minutos antes de la hora en que estaba previsto que
diera comienzo el partido, el griterío que escapaba de las gargantas de todos
los asistentes aumentó, hasta el punto de que la cantidad de decibelios que
podían medirse en ese momento era superior a la que provocaba un aeropuerto en
plena actividad. Y desde las gradas, al mismo tiempo que iba creciendo el
sonido ambiente, empezaron a caer también sobre las bandas del campo miles y
miles de papeles blancos, de manera que por un momento parecía que estaba
empezando a nevar de forma abundante, a pesar del radiante sol que estaba
enmarcado en lo alto del cielo. Y cuando el árbitro pitó por fin el inicio del
partido, los gritos de los aficionados parecieron remitir por unos instantes.
Pero aquello fue en realidad un espejismo, porque desde el momento en que los
jugadores empezaron a desarrollar su ballet con la pelota sobre la hierba del
campo de juego, los aficionados volvieron a demostrar su interés por lo que
ellos estaban haciendo con gritos de ánimo, y también, algunos de ellos, con
insultos a los jugadores del equipo contrario.
Pero cuando apenas se llevaban diez
minutos jugados de partido ocurrió algo inesperado que llamó la atención de
todos los aficionados, aunque en un primer momento pocos fueron los que se
dieron cuenta de lo que había sucedido en realidad. El hecho de que aquello
sucediera muy lejos del lugar en donde algunos de los integrantes de los dos
equipos se disputaban el balón hizo que la mayoría de los espectadores no se
hubieran dado cuenta que uno de esos futbolistas cayera fulminado sobre la
hierba del terreno de juego, sin que ningún futbolista del equipo contrario
estuviera lo suficientemente cerca como para haberle agredido. Sólo unos
segundos después, cuando el árbitro ordenara detener el juego a instancias de
uno de los compañeros del caído, todos los que estaban presentes en el estadio
se dieron ya cuenta de que la situación podía ser grave. El futbolista
permanecía tendido sobre su cara, en una postura extraña, muy cerca de una de
las áreas del campo. La situación en la que se encontraba, completamente
inmóvil, contrastaba con la tensión que a partir de ese momento se generó en el
grupo de los futbolistas y, también, entre la mayor parte de los espectadores.
En poco segundos, todos los
futbolistas estaban haciendo un corro humano alrededor del compañero que estaba
caído, y durante los dos o tres minutos siguientes, nadie desde el graderío era
ya capaz de ver qué era lo que estaba sucediendo en el terreno de juego, aunque
todos eran ya conscientes de la gravedad de la situación. Las asistencias sanitarias
habían entrado también en el rectángulo, casi sin esperar a que el juez de la
contienda les autorizara a hacerlo, tal y como era preceptivo en el reglamento.
Y también entró una ambulancia, que dos o tres minutos más tarde abandonaba el
estadio, con el joven futbolista en su interior, tumbado sobre una estrecha
camilla, con las luces y la sirena encendidas, camino del hospital más cercano.
A partir de ese momento, todo fue
diferente. Ni los jugadores de los dos equipos contendientes, ni siquiera los
espectadores que habían ido acudiendo a aquel campo de fútbol desde dos o tres
horas antes de que se iniciara el partido más deseado de toda la temporada
futbolística del país, estaban ya pendientes de cualquier otra cosa que no
fuera la difícil situación en la que en aquel momento se encontraba ese joven
futbolista, porque todos sabían que su estado de salud era demasiado grave como
para pensar en otra cosa.
Por eso, nadie protestó en la grada cuando, después
de que el árbitro se hubiera reunido con los capitanes y los entrenadores de
los dos equipos para decidir qué era lo que tenían que hacer, y sin que ninguno
de los jugadores hubiera regresado desde los vestuarios, a los que se habían
retirado cuando la ambulancia abandonó el campo, se hiciera público desde la
megafonía del estadio la suspensión del partido. No, no protestó nadie por la
suspensión del partido, y más cuando se anunció también que el gran futbolista
Raulinho, la gran promesa del fútbol español, acababa de fallecer sobre el
propio terreno de juego, como los toreros que mueren en la plaza por las astas
de los toros, como los actores que pierden la vida, agotados, sobre el
escenario de un triste teatro de provincias.
La muerte había sido fulminante, provocada por un fallo cardiaco, y nada
pudieran hacer las asistencias médicas para salvarle la vida, a pesar de que el
médico del equipo contrario, que había sido el primero en llegar hasta él
cuando el futbolista se golpeó sobre el césped, había intentado que su corazón
volviera a trabajar con la ayuda de un desfibrilador portátil.
Aquella misma noche, los noticiarios
de todas las cadenas de televisión y también los programas de todas las
emisoras de radio, se habían hecho eco de la noticia del fallecimiento de uno
de los mejores jugadores de la liga, durante el enfrentamiento que su equipo
estaba teniendo contra el mayor club rival, y también la noticia fue navegando
de un lugar a otro a través de las redes de internet. Sin embargo, Daniel
Jamete sólo pudo enterarse de la noticia a primera hora de la mañana siguiente,
mientras desayunaba. Solía hacerlo ojeando la prensa diaria, y precisamente
aquel día, contrariamente a su costumbre, siguió leyendo todos los titulares
del periódico, también los de la sección de deportes. Casi siempre dejaba el periódico
sobre la mesa cuando terminaba de leer la sección de sociedad, pero aquél día,
algo ajeno a su propio interés le hizo seguir leyendo las páginas
correspondientes a la sección deportiva. Nunca le había interesado aquella
sección del periódico, pero cuando leyó ese titular a cuatro columnas, pensó
que algo en su interior, que en su caso a menudo tenía vida propia, le había
movido a obrar de ese modo. El titular era demasiado llamativo como para pasar
desapercibido.
“El joven futbolista Raulinho Gene, la
gran promesa del fútbol mundial, muere de manera fulminante sobre el terreno de
juego”. Por supuesto, Jamete no sabía en absoluto quién era Raulinho Gene,
aunque era cierto que el nombre le sonaba de algo; si era cierto que se trataba
de algún futbolista destacado, en alguna ocasión debía haber oído su nombre,
aunque no hubiera puesto demasiada
atención en ello. A pesar de que el fútbol no le gustaba, pensó que la noticia
podría resultar interesante, y siguió leyendo: “El gran futbolista Raulinho, a
sus escasos veintidós años, era uno de los jugadores más destacados del fútbol
mundial, y debido seguramente a su juventud el que más proyección tenía en el
futuro, y murió ayer durante la celebración de la final de copa. Cuando sólo
tenía dieciséis años saltó a la fama en su país por ser uno de los jugadores
más jóvenes en debutar en la liga brasileña. Ese mismo año consiguió ganar el
campeonato nacional con ese mismo club con el que había aprendido a golpear la
pelota, el Fluminense, y desde entonces el nombre de ese equipo y el apellido
del futbolista, permanecerían unidos entre los integrantes de la famosa
torçida, la conocida afición brasileña al fútbol profesional. Dos años después
consiguió con la selección de su país ganar una medalla en los Juegos Olímpicos,
y en la temporada siguiente, con su emigración al fútbol europeo, logró por fin
alcanzar uno de sus sueños más ansiados de niño: jugar en la liga española, la
mejor liga del mundo según dicen al menos los aficionados. Además, pocos meses
antes de su fallecimiento había conseguido también debutar en la selección A de
su país en un partido amistoso.”
El artículo no se quedaba sólo en
comentar la meteórica carrera del futbolista brasileño. Después pasaba a
mencionar también algunas vicisitudes de su fallecimiento inesperado para pasar
a tratar, de manera más truculenta y sensacionalista, de otros casos similares
a ese que se habían dado en el pasado, principalmente en los últimos años. El
periodista que firmaba la colaboración contaba primero los casos más conocidos
de Antonio Puerta y Dani Jarque. El primero había muerto en el transcurso de un
partido de liga entre el Sevilla, su equipo de toda la vida, y el Getafe; el
segundo, aunque había fallecido en su habitación de un hotel italiano, durante
una gira de su equipo, el Español, por el país alpino, su muerte también estaba
relacionada con la práctica del deporte de alta competición.
Al menos, aquellos dos nombres si le resultaban
conocidos, al contrario de los que fueron apareciendo desde ese momento a lo
largo del artículo: Anton Reid, Miklos Feher, Marc Vivien Foé, Cristiano de
Lima, Lucas Damián Molina, Phil O´Donell,… Unos eran futbolistas de reconocido
prestigio internacional, jugadores de algunas de las principales ligas del
mundo, y otros, sin embargo, no habían dado aún el salto a ningún equipo de categoría internacional,
pero todos tenían una cosa en común: se trataba de jóvenes futbolistas, tan
jóvenes que incluso alguno de ellos aún no había rebasado la categoría juvenil,
y la muerte les había sobrevenido durante la celebración de un partido de
fútbol, o en un entrenamiento, o después de haber hecho ejercicio, a
consecuencia de la propia actividad deportiva. Todos habían fallecido, en fin,
por muerte súbita, por culpa de un fallo cardiaco.
El informe también mencionaba a otros deportistas de
diferentes especialidades, deportistas que así mismo habían fallecido por la
misma causa. Atletas como el desconocido Samuel Navarro, habían muerto en el
transcurso de alguna prueba deportiva; ciclistas como Isaac Gálvez, Chava
Jiménez, o Bert Oosterbosch, habían saltado a las páginas de los diarios por
haber fallecido en sus hoteles respectivos, víctimas de un paro cardiaco
después de haber disputado una etapa en algún criterio internacional. Nombres
todos ellos que saltaron a la fama en un momento dado, una fama que gracias
sólo a la carrera profesional de muchos de ellos nunca habrían obtenido; una
recompensa demasiado cara, pensó Jamete, si se paga con la vida, aunque esto al
periodista que firmaba el escrito no le importaba demasiado.
Hasta el caso del corredor italiano Marco Pantani
fue tratado de forma similar en el artículo, a pesar de que el ciclista hacía
ya cinco años que se había retirado cuando encontró la muerte en una triste
habitación de un hotel de Rímini, y a pesar también de que el informe oficial
de la autopsia establecía que lo que en este caso había provocado el fallo
cardiaco había sido una sobredosis de cocaína. Pero este dato le valía al
periodista para seguir ensuciando el nombre de algunos deportistas. Se
relacionaban algunas causas de la muerte súbita, muchas de ellas naturales,
como la cardiopatía hipertrófica o el
aneurisma, pero otras provocadas por la deshidratación o el consumo de determinados
productos dopantes. El artículo finalizaba comentando el caso de otro ciclista,
el inglés Tom Simpson, muerto durante la subida al Mont Ventoux, en el Tour de
Francia de 1967, a consecuencia de un cóctel trágico de anfetaminas, alcohol e
hipertermia.
A la mañana siguiente, Picavea, el inspector de
policía que era amigo de Jamete, se hallaba en el despacho de éste, pero al
contrario de lo que pasaba normalmente, en esta ocasión no se trataba de una
visita programada por el propio agente, sino que había sido llamado por el
dueño de la casa con el fin de hablar con él de un caso que, si bien aún no
existía, le había dicho éste por teléfono, estaba seguro de que muy pronto iba
a saltar a las páginas de los diarios. Picavea no sabía a qué se estaba
refiriendo su amigo, pero éste le había dado en el pasado sobradas pruebas de
una intuición que no era corriente, y por ello se apresuró a visitarle. Cuando
llegó a la casa, Nicoletta, la joven criada rumana que también trabajaba para
el detective como colaboradora de campo, decía siempre el propio Jamete, le
hizo pasar al despacho, y allí el policía no tuvo más remedio que esperar,
aburrido, a que el otro terminara de arreglarse, para poder entrevistarse con
él.
-
Perdona
que te haya hecho esperar –le comentó a Picavea cuando por fin entró Jamete por
la puerta de su despacho-. Supongo que estarás en ascuas, pensando que es lo
que me ha movido a llamarte esta vez. Como te digo, se trata de un posible
caso, aunque todavía no ha nacido como tal. Sin embargo, mi intuición me dice
que muy pronto va a saltar, y que va a salpicar quizá a muchas personas
importantes, o al menos, conocidas. Supongo que te habrás enterado de que hace
dos días murió un futbolista en un campo de juego. En las televisiones casi no
se habla de otra cosa.
-
Desde
luego, pero se trata sólo de un accidente, no de un crimen; o al menos, nadie
ha dicho todavía que haya algo oscuro detrás de ello. Ese joven perdió la vida
en el mismo campo de fútbol, sin que hubiera ningún otro jugador cerca del
lugar en el que él se encontraba en el momento de caer sin sentido sobre la
hierba. Además, el propio informe de la autopsia dice que la causa del
fallecimiento fue natural, provocada por un simple fallo cardiaco.
-
Ya
sé que la causa final ha sido un fallo cardiaco. Pero lo importante es
averiguar qué fue lo que motivó ese fallo. He estado leyendo algunas cosas, y
he averiguado que en los últimos años el número de deportistas jóvenes
fallecidos por esa misma causa es demasiado importante. Se trata de muertes
extrañas, absurdas, sobre todo cuando se dan en casos como los de ese chico, un
joven deportista que en teoría debía cuidar bastante su cuerpo para poder
rendir mejor en el desarrollo de su profesión.
-
Debo
confesarte que a mí también me ha parecido siempre extraño que tantos jóvenes
deportistas, sin antecedentes conocidos de problemas cardiacos, fallezcan
repentinamente en pleno ejercicio físico. ¿No es cierto que se hacen
periódicamente revisiones médicas con el fin de evitar que eso suceda?
-
Sí,
pero por lo visto esas revisiones no sirven de mucho. De todas maneras, las
causas de que el corazón se pare no están relacionadas siempre con cardiopatías
congénitas de esos chicos. Como ya te he dicho, he estado investigando sobre el
tema, y parece ser que en algunas ocasiones el hecho de que el corazón quiera dejar
de trabajar se puede achacar al abuso de algunos tipos de drogas, y no tengo
que decirte que algunos tipos están íntimamente relacionadas con la práctica
del deporte, precisamente por sus características dopantes que permiten mejorar
el rendimiento y la resistencia muscular. No quiero decir con ello que no haya
también deportistas famosos que hayan fallecido debido sólo a causas naturales,
como los futbolistas Puerta y Jarque, por ejemplo. Pero también es verdad que
algunos estudiosos de esta problemática médica relacionan el incremento que en
los últimos años se está produciendo en estos casos de muerte súbita, con un
aumento también en los casos de doping reconocidos, y que quizá todo ello sea
en realidad sólo la punta de un iceberg que va todavía más lejos. Uno de los
deportes más castigados por esta lacra es el ciclismo, que casualmente es
también uno de los deportes más habituales en los castigos por dopaje.
-
Pero
también son abundantes los casos en el fútbol, y debes reconocer que los casos
de dopaje no son demasiado numerosos en este deporte, sobre todo si se comparan
con otras especialidades.
-
No
obstante, también es cierto que alguna gente del mundo del fútbol ha denunciado
públicamente que en este deporte los análisis que se hacen de contradopaje no
son demasiado serios.
-
Quizá
tengas razón. A propósito de todo ello, debes saber que la Guardia Civil ha
realizado últimamente una operación importante contra el dopaje. Han
descubierto una farmacia en Andorra que a través de una página de internet proporcionaba
sustancias dopantes a algunos deportistas de élite, y también a algunos
aficionados que sólo querían aumentar su propio rendimiento. Se han
identificado cerca de mil envíos a diferentes ciudades del país, aprovechándose
de la diferente regulación legal que sobre el tema existe en el principado.
Porque aunque en España se intenta regularizar este asunto, siempre es
relativamente sencillo para el deportista acceder a ese tipo de sustancias.
¿Crees que la operación puede estar relacionado con el caso de Raulinho?
-
No
lo sé con seguridad, pero creo que, en todo caso, debemos investigar si detrás
de la muerte del futbolista puede haber un caso de dopaje o no. Más que nada,
por si alguien dentro del círculo personal de ese deportista pudiera estar
relacionada con su muerte.
En cuanto el inspector Picavea abandonó la casa de
Jamete, éste siguió investigando en diferentes páginas de internet. Utilizó
artículos de prensa, y también otros trabajos más especializados elaborados por
colegios médicos y también por destacados profesionales en el campo de la
medicina deportiva. Averiguó que el dopaje es toda forma de intentar modificar,
de un modo no propiamente fisiológico, la capacidad de rendimiento mental o
físico de un deportista, o de eliminar sin justificación médica cualquier
enfermedad o lesión. Por ello, supo que no se puede asimilar el dopaje químico con otras formas de hacer
frente a las lesiones de manera natural, como la acupuntura o el entrenamiento
diario. Averiguó también que, debido a que en la alta competición la única meta
es la de ganar a cualquier precio, muchas veces la forma más directa de hacerlo
es acudiendo a todas esas sustancias que están prohibidas, y que como el cuerpo
termina por acostumbrarse a su presencia, las cantidades de droga que los
deportistas deben ingerir para seguir aumentando ese rendimiento son cada vez
más altas. Averiguó, en fin, que todas esas sustancias están prohibidas no sólo
porque falsifican de forma artificial e ilegal los resultados deportivos, sino
también porque su consumo puede ser peligroso para la propia integridad física
o mental del deportista, llegando incluso a poner en serio riesgo su propia
vida.
Aprendió, también, que no todos los medicamentos que
usualmente se pueden encontrar a la venta en las farmacias son productos
dopantes, aunque sí lo son algunos de los que se pueden conseguir con facilidad
con una simple receta médica. Aprendió que algunos de esos productos no se les
prohíben a los deportistas, a pesar de que pueden aumentar su rendimiento por su
actuación demostrada sobre el sistema respiratorio o en el sistema
músculo-esquelético de los atletas. Aprendió que otros productos, como los
antihistamínicos, lo que hacen es reducir el propio rendimiento deportivo, y
que una larga relación de medicamentos son considerados por los especialistas
como productos neutros. En esa relación se incluyen todos esos analgésicos y
antiinflamatorios que son suministrados a los deportistas para reducir el dolor
o la inflamación que son consecuencia de alguna lesión de carácter leve.
Pero aprendió también que existe una larga relación
de productos prohibidos: estimulantes, como la efedrina o la estricnina; todos
los incluidos en el grupo de los llamados Beta 2, a excepción de algunos
medicamentos que sirven para tratar el asma; analgésicos de tipo narcótico,
como la morfina o la pentazocina; los bloqueantes beta-adrenérgicos, que se
utilizan para controlar la ansiedad y reducir el miedo; todos los derivados del
cannabis… Aprendió, sobre todo, que algunos de ellos han sido muy utilizados
por deportistas de distinto nivel y especialización, como la eritropoyetina,
una hormona que estimula la formación de eritrocitos y es producida de forma
natural por el riñón, aunque también puede obtenerse de forma artificial;
conocida por el público en general por el nombre de sus siglas, la EPO, por los
abundantes casos de dopaje de que ha sido protagonista, es fácil de identificar
en la sangre de los deportistas cuando alcanzan dosis importantes que, en
absoluto, puedan ser debidas a la secreción natural de la hormona por el propio
riñón. La nandrolona, un anabolizante androgénico que en pequeñas cantidades
también se puede encontrar de forma natural en el cuerpo humano, pero que
algunos culturistas y otros deportistas suelen consumir de manera artificial
para aumentar la producción de glóbulos rojos y la densidad ósea, efectos ambos
que influyen en el rendimiento muscular, pero que también puede provocar, entre
otras enfermedades de menor importancia, hiperplasia de la próstata en los hombres
e irregularidades menstruales en las mujeres. La testosterona, por su parte, es
una hormona netamente masculina que se produce en los testículos, pero que
administrada artificialmente por vía subcutánea puede producir un aumento
importante de la masa muscular, que influye así mismo en la actividad
deportiva.
Pero de todo lo que encontró aquel día en esa
autopista de la información que es internet, lo que más le llamó la atención
fue todo lo relativo al clembuterol, porque desde mediados de los años sesenta,
cuando se demostró que algunos animales que habían sido alimentados con esa
sustancia aumentaban su masa muscular y disminuían su tejido graso, pasó a
convertirse en una de las drogas dopantes más usadas por algunos deportistas.
También es utilizado normalmente como broncodilatador, para hacer frente a
enfermedades de tipo asmático, a pesar de que algunos países como Gran Bretaña
o Estados Unidos han prohibido su utilización por su más que posible relación
con algunos problemas de carácter cardiaco. Sin embargo, el uso de este fármaco
en la ganadería y en la veterinaria tanto para producir el engorde artificial
del ganado como para tratar los problemas de alergias en las caballerías, con
el nombre comercial de ventipulmin, hace que en algunas ocasiones se puedan
encontrar ciertas dosis de clembuterol en otras personas, que no son
deportistas, y que lo han asimilado mediante la ingesta alimenticia. Todo ello
hace que sea uno de los fármacos dopantes más controvertidos y polémicos, tal y
como Jamete pudo comprobar a partir de algunos casos reales que en los últimos
meses habían salido a la luz.
También le llamó la atención el hecho de que México
fuera uno de los países en donde el clembuterol puede adquirirse libremente en
las farmacias, bien de forma aislada o bien en combinación con un mucolítico, y
combinado con el ambroxol en ciertas preparaciones destinadas a eliminar las
flemas y permitir la broncodilatación. Recordó algo que había leído el día
anterior en aquel artículo que anunciaba el fallecimiento del futbolista
brasileño, y que hasta ese momento le había pasado desapercibido: el futbolista
no había llegado directamente a España a principios de la temporada desde su
país de origen, sino que había pasado antes una temporada completa en México, donde
había fichado por uno de los equipos más fuertes de la liga de ese país
caribeño.
Pero lo que más le llamó la atención en el tema del
clembuterol eran los efectos adversos que puede originar un uso continuo y
masivo del medicamento: el aumento irregular de la sudoración, que puede llegar
a provocar una deshidratación grave en un deportista sometido a una fuerte
presión competitiva; dolores de cabeza importantes, y una sensación de mareo y
de náuseas; el incremento de la presión sanguínea, que puede llegar a generar
importantes palpitaciones en la actividad cardiaca, y como última realidad,
taquicardias irregulares que incluso pueden desembocar finalmente en un paro
cardiaco. Jamete recordó que alguno de los compañeros del Raulinho había
declarado a algún periodista que había visto como su compañero hacía
movimientos extraños, como si no controlara bien su propio cuerpo, unos
segundos antes de quedar inconsciente.
A partir de ese momento, Picavea y Jamete decidieron
investigar, cada uno por su cuenta, en el círculo familiar y en las amistades del futbolista brasileño. Jamete,
al que no le gustaba tener que salir de su castillo de naipes particular que
era su propio despacho, siguió investigando personalmente en los datos
personales que internet podría ofrecer sobre el deportista fallecido, aunque
era consciente de que pocos datos nuevos podría encontrar aún en la red, y
mientras tanto apremió a Nicoletta a que preguntara por los diferentes
gimnasios de la ciudad, sobre todo por aquellos que eran conocidos por haber
tenido en el pasado algún problema con la justicia, con el fin de intentar
averiguar si existía alguna relación comercial entre sus respectivos
propietarios con el propio futbolista o con su agente. Mientras tanto, el mismo
Picavea se encargaría de investigar oficialmente en la vida de éste,
principalmente en sus cuentas bancarias y en las posibles relaciones que
pudiera mantener con la comunidad de origen mexicano que estaba establecida en
Madrid o en algunas otras ciudades españolas. Por el momento no quería
solicitar de un juez la autorización para pincharle el teléfono, pues pensaba
que ningún juez lo autorizaría, tanto por el hecho de que la persona implicada
fuera tan conocida como porque, al menos oficialmente, el jugador había
fallecido por causas naturales. De todas maneras, pensó él, tampoco creía que
el resultado de las escuchas pudiera ser determinante para el transcurso de la
investigación. Desde luego, Raulinho no podría ya hablar más, ni por teléfono
ni de ninguna otra forma.
Pocos días más tarde, Picavea se presentaba otra vez
en la casa de Jamete, pero esta vez lo hacía por su cuenta. Quería dar al
detective un primer informe de todo lo que había ido descubriendo en esos tres
últimos días.
-
Desde
la comisaría hemos personificado de momento la investigación en la figura de su
representante futbolístico. Si Raulinho estaba realizando actividades
contrarias a la buena praxis deportiva, éste debía estar al corriente de ello.
Además, hemos sabido que ese hombre, si acaso no es oriundo de México, al menos
mantiene aún buenas relaciones con ese país americano, y que a menudo cruza el
Atlántico para viajar hasta allí. Nada de ello es determinante, aunque sí puede
ser indicio de alguna actividad sospechosa. Sin embargo…
-
Sin
embargo, habéis encontrado algo más en el pasado del futbolista. ¿No es así?
-
No
sé para qué te cuento todo esto. A menudo tengo la sensación de que, sea lo que
sea lo que nosotros hayamos averiguado, tú ya lo sabes con antelación, que
siempre te adelantas a nuestras propias investigaciones. Es cierto… Sin
embargo, hemos encontrado algunas pistas indagando en el pasado del propio
fallecido. Existen en sus registros bancarios algunas salidas de dinero,
cantidades importantes que han sido transferidas a un banco afincado en Puebla,
una de las más populosas ciudades de México. Además, cada una de esas
transferencias concuerdan con un registro también injustificado en la cuenta
del agente del futbolista, siempre con dos o tres días de diferencia entre
ellos, aunque en esta ocasión se trata de entradas dinerarias, también
importantes pero de menor cuantía, como si se tratara del pago de comisiones.
¿No te resulta todo ello sospechoso?
-
Bueno,
al menos resulta interesante, aunque por sí mismo no demuestra nada. Sobre todo
si tenemos en cuenta de que el equipo en el que Raulinho jugaba el año pasado
es precisamente el equipo más representativo de esa ciudad mexicana, según he
podido leer. ¿Crees que puede tratarse de adquisiciones más o menos frecuentes
de clembuterol o de algún otro producto dopante?
-
Podría
ser. Desde luego, aunque han procurado no hacerlo público, un amigo mío cercano
a la oficina del forense me ha contado que la autopsia realizada al futbolista
detectó la presencia de alguna dosis de clembuterol en la sangre, dosis que
quizá podría haber dado un resultado positivo si el fallecido se hubiera
sometido a un control antidopaje. Por otra parte, sabemos que esa droga posee
una vida media bastante elevada dentro del cuerpo humano, unas treinta o
treinta y cinco horas aproximadamente, por lo que es difícil pensar que si él
era un consumidor habitual de
clembuterol, cómo es posible que nunca antes el jugador haya tenido problemas
con la Agencia Mundial Antidopaje, o con la respectiva agencia española, sobre
todo teniendo en cuenta la propia relevancia internacional del futbolista.
También hemos sabido que a ese hombre le gustaba demasiado la carne de ternera,
y que eran muy conocidos sus festines de entrecot y solomillo, festines que le
habían originado repetidas discusiones y diferencias con los distintos
entrenadores que ha tenido a lo largo de su carrera deportiva. Eso también
podría justificar de algún modo esos altos porcentajes de clembuterol en la
sangre.
-
Sí,
en efecto. Podrían justificarlos. Pero me temo que en realidad el asunto está
más relacionado con el dopaje que con los gustos alimenticios de ese futbolista
–el policía asentía en silencio; sabía que intentar justificar esos altos
porcentajes de droga por la ingesta de carne en malas condiciones, o al menos
de carne procedente de reses engordadas de forma artificial, resultaba
demasiado trivial-. Posiblemente, si Raulinho se hubiera dedicado a otros
deportes diferentes, al atletismo o a la natación por ejemplo, o quizá si
hubiera sido un ciclista profesional, haría mucho tiempo que habría sido
sancionado por alguna de esas entidades que se encargan de luchar contra el
dopaje.
-
De
acuerdo, pero debes reconocer que todavía no tenemos pruebas suficientes para
llevar el caso a los tribunales.
-
De
momento no, desde luego. Pero debemos esperar a que Nicoletta regrese con
alguna nueva revelación importante. Quizá entre lo que tú has descubierto y lo
que ella consiga averiguar, podremos por fin cerrar el círculo de un caso
difícil como éste.
Aquella
misma tarde, Nicoletta se presentaba también en el despacho de Jamete con
nuevas revelaciones procedentes del mundo turbio de los gimnasios, al menos de
esa clase de gimnasios que, más que polideportivos para entrenar el cuerpo y
complejos en donde quemar las grasas sobrantes y la adrenalina, son en realidad
locales de dudosa reputación en los que se trafica con sustancias prohibidas.
Jamete sabía que muchos gimnasios no tienen nada que ver con ese asunto de las
drogas dopantes, pero sabía también que los dueños de algunos de esos negocios
no ponían trabas a que se comercializara en sus locales con ese tipo de
sustancias con el fin de obtener algunos ingresos extras, que incluso en
algunas ocasiones eran ellos los propios camellos que lo hacían. Y sabía
también que si era verdad que el futbolista estaba metido en ese asunto, los
propietarios de ese tipo de gimnasios y los usuarios de sus instalaciones lo
sabrían, aunque ninguno de ellos perteneciera en realidad a ese mundo de lujo y
de glamur al que se supone que pertenecen todos los futbolistas profesionales.
Porque todos los miembros de ese mundo subterráneo de las drogas prohibidas, en
realidad, se conocen entre sí.
-
Escucha,
Daniel. Me ha costado mucho que me contaran esto que te voy a decir. Esos tipos
son demasiado retraídos a la hora de hablar de ese universo que tan bien
conocen, aunque también es verdad que cuando anda por medio algún individuo tan
famoso como el caso que nos ocupa, todos parecen al final creer saber más cosas
que lo de que en realidad conocen. No obstante, parece ser que el agente del
futbolista, un tal Santos Pereira, suele aparecer algunas tardes por uno de
esos gimnasios. Varios de los culturistas que se entrenan allí lo han visto en
algunas ocasiones, aunque intentaba siempre pasar desapercibido. Suele entrar en
la oficina de su propietario, Paco Gámez creo que se llama ese hombre, un
antiguo boxeador retirado que cuenta también con antecedentes por tráfico de
drogas y palizas por encargo, incluso también por un intento de violación, en
fin, una joya… De lo que tratan en la oficina nadie lo sabe a ciencia cierta,
pero todas, absolutamente todas las personas con las que me entrevisté, afirman
que debe tratarse de un tema relacionado
con sustancias dopantes.
La información proporcionada por la chica había sido
determinante, pero Jamete no quería en realidad avanzar demasiado rápido en la
investigación. No quería dar por finalizado el puzle de ese caso sin poner
antes la pieza definitiva en la esquina del paisaje representado en el
rompecabezas. Por ello, antes de hacer una llamada telefónica al inspector de
policía hizo algunas nuevas averiguaciones en el ordenador de su escritorio.
Tecleó primero el nombre del gimnasio que Nicoletta había visitado y el de su
polémico propietario, y después también el nombre del agente del futbolista,
Santos Pereira. Y con la información que le habían proporcionado esas dos
búsquedas en google pudo por fin resolver la clave del caso. Inmediatamente
levantó el auricular del teléfono y llamó a Picavea.
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Creo
que por fin hemos resuelto el asunto del futbolista –le había dicho al policía
en el momento en el que éste se
presentaba otra vez en la casa del detective-.
Parece ser que el tal Paco Gámez, el propietario de ese gimnasio, tiene
también relaciones con otros entrenadores y deportistas que ya han sido
castigados por la agencia antidopaje. En alguna ocasión, un entrenador que se
vio acosado por la prensa y por la
opinión pública llegó a acusarle de ser la persona que suministraba la droga a
sus pupilos. Parece ser incluso que llegó a pasar algunos meses en la cárcel
por aquel asunto, aunque aquello no fue suficiente para que le retiraran la
licencia del gimnasio. Además, Nicoletta también ha conseguido encontrar algo
nuevo que seguro que te interesará.
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Sí,
desde luego. Uno de los informantes me ha dicho que no son excepcionales las
ocasiones en las que en ese gimnasio se reciben paquetes extraños procedentes
de México. Él no sabe de qué se trata, pero sí se ha dado cuenta de que, cuando
llega el mensajero con el paquete, ese tal Paco Gámez se comporta de manera un
tanto sospechosa, como si no quisiera que nadie se enterara de ello.
Cuando la chica terminó de hablar, Picavea sacó el
teléfono móvil del bolsillo de su americana y llamó a la comisaría. Mientras
hablaba, al rostro de Jamete asomaba ya una leve sonrisa de tranquilidad, de
orgullo por el trabajo bien hecho.
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Buenas
noches, Garrido. Soy Picavea. Escúchame bien, es importante. Quiero que cojas a
tres o cuatro hombres y te los lleves a la dirección que te voy a dar. Pero no
quiero que hagáis nada hasta que yo esté allí; es importante que mientras tanto
paséis lo más desapercibido posible. Esta noche vamos a proceder a la detención
de Santos Pereira, el agente de Raulinho, el conocido futbolista brasileño que
falleció el otro día por ingesta y abuso de sustancias dopantes.